La
teoría de la frustración nos menciona que ante una situación de estrés
repetida, la persona afecta va acumulando un sentimiento de “frustración”
haciéndolo vulnerable a desahogar dicho sentimiento. Asimismo, la persona
afecta descargando hacia los demás su sentir, haciendo imposible no afectar a
otras personas, veamos así, si un niña a la hora de las actividades un
compañero le quita su material haciendo esto de manera constante, aunque la
pequeña no responda a dicha agresión, va acumulando un sentimiento de
frustración que descarga con otra persona.
Por su parte Dollard y sus colaboradores ha hablado de este tema,
definiendo la frustración como una “interferencia con la secuencia del
comportamiento”[1],
es decir, que todas las personas nos ponemos metas o propósitos y al verse
afectado o interrumpidos provocan un sentimiento de insatisfacción.
Para completar las investigaciones
de Dollard, Davitz realizó varios experimentos con niños llegando a la
conclusión que entre más grande y constante sea una frustración, mayor será la
agresión.
Esto nos ayuda a comprender que un
niño el cual es agredido o enfrentado a una situación frustrante siente deseos
de responder a su agresor, despertando emociones dañinas. Cuando no se puede
responder al agresor por temor al verle “insuperable”, esos deseos reprimidos
son descartados ya sea hacían objetos o hacia alguna persona.
El que podamos observar e
identificar aquellas cosas que provocan la frustración, nos permitirá prevenir
un descargue de agresividad, pues entre menos nos enfrentemos a situaciones
frustrantes menor será la carga de emociones y conductas agresivas, aunado a
prevenir y tomar medidas para controlar este tipo de actitudes.
Hemos visto como el no satisfacer deseos
de los niños provoca frustración, no por
ello se le debe dar todo al infante y satisfacer cuanto pida, más bien se trata
de enseñar a manejar a los niños la frustración y los sentimientos de
inconformidad.
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